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Channel: Daquella manera - Sociedad
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Votando a nadie

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Con el mismo descaro que te preguntan de donde eres te preguntan si ya has votado. Lo hacen los conocidos y los desconocidos, gente con la que apenas cruzas una palabra, a veces si quiera jamás has cruzado una mirada en la oficina o en el metro, y se agarran de la conformidad del voto y cuestionan abiertamente si ya lo has hecho o no. La presión lleva a menudo implícita la idea del partido al que se vota, pero sobre todo impera una cultura deportiva, del evento comercial, de la celebración desde un patriotismo que ramplonamente legitima en el americanismo de aquel que tira de papeleta. Toda una celebración de ”americana”, de lo que la democracia significa aquí y en muchos otros lugares…


Es un evento, una promoción, una fiesta… Una fiesta como Acción de Gracias como San Valentín, como el 4 de Julio como año nuevo, como Navidad como Halloween (“Pero dando miedo de verdad”, añade mi hermana.) Es como las olimpiadas, como el supercuenco (la superbowl deportiva), o como la noche de los Oscars: “¿A qué fiesta de las elecciones vas hoy?” Mi compañera contesta a la jefa: “Oh, nada especial, unos diez amigos o así nos vamos a juntar en casa para ir viendo los resultados y tomar unas copas.” Mi teléfono me anuncia otra oferta si voy a nosequé sitio y digo la palabra mágica “elección” para que me den un descuento, o siempre mejor aún, si muestro la pegatina de votar el premio suele ser mayor.


Busco descanso en una barra durante la hora de la comida y se sientan al lado dos soldados de civil. Uno en particular se pone a ilustrarle al otro la bajeza social de la población local durante su tiempo destinado en una base militar estadounidense en la India. “Sí no hablas inglés no eres nadie. No hay que hablar a esa persona. No son nadie. Piensan que son un país en desarrollo pero son la miseria que dejaron los ingleses. ¿Te imaginas? ¡Tenía un chofer personal durante todo destino!” El tipo está hiperactivo. Pido mi comida y se empieza fijar en mi acento… No deja de buscarme con la mirada desafiante durante todo el almuerzo.


“No voto: No soy ciudadano.” Esa es la habitual respuesta que escucho recibir con sorpresa. “Ah, no lo sabía” contestan a menudo entre la vergüenza y el reconocimiento del “otro” en mí. La diversidad existe más allá de las pegatinas bilingües… Quizás mi “no votar” preceda a no ser “ciudadano”, a no tener derecho a hacerlo o a serlo, pero somos muchos los “otros” que coexistimos sin ponernos la pegatina de haber votado.


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