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Poco que añadir al asesinato estatal de Troy Davis... Poco y nada desafortunadamente. Sin embargo en el pie de página del proceso quedan unos tristes apuntes que ilustran el entramado social de la violencia vertical, violencia simbólica, cultura de la venganza y un obvio maniqueismo nacional.
Por ejemplo, el gesto más obvio es el peliculero, y muy estadounidense por otra parte, retraso de la ejecución por parte de un sistema judicial que elige el filo de la última hora para estudiar si postergar la revisión de la sentencia. Así, en un festival de mal gusto del poder, tras recibir una solicitud, la llamada"corte suprema" una vez supuestamente agotado otro sistema, se dedica unas cuatro horas a estudiar el caso. Tras ese tiempo mientras el condenado espera su ejecución, la acción del tribunal o finalmente su falta de acción se convierte en un festival de la muerte pasadas las once de la noche.
Por ejemplo también está el trato a activistas, a manifestantes pacíficos, congregados en las cercanías de la prisión donde se iba a realizar la ejecución, para protestar por la misma y ejercer una presión cívica. Se les trasladó de área en área, se les puso un perímetro limitado, se les impidió acceder con alimentos o bebidas salvo agua embotellada, y aquellos que abandonaron el precinto de seguridad perdían e derecho a regresar. Horas en este campo de concentración de protesta democrática donde tocaba asumir como lógico aguantar en un recinto más de seis horas con una botella de agua en el mejor de los casos. El mismo trato recibieron los medios que decidieron acompañar a los manifestantes en este suceso.
Ni comentar ya, el trato violento, vengativo, hasta desde el discurso de muchos activistas, imbuido en muchos protestantes y sus representantes, donde se reconocía el derecho a la justicia, es decir a la justicia entendida como venganza, por parte de la familia del policía que fue asesinado en 1989 como un derecho inalienable. Argumentario que en realidad apoyaba la pena de muerte, y el entramado judicial como un sistema revanchista, cruel, donde empapados de un gran sentido apocalíptico el castigo representa una redención social que de otro modo no ocurriría.
Este microcosmos con la ejecución de un reo, cuyo caso era tan inconcluyente como abusivo, tiene lugar en un país ejemplar en su aplicación de los mismos parámetros de castigo, autoensalzamiento, e hipócrita discurso en multitud de conflictos, nacionales, internacionales y con similares justificaciones. Una cultura de la violencia tácita, implícita y explícita que no se si será posible cambiar pero que para hacerlo requerirá un largo y doloroso tiempo y esfuerzo...
Imagen de la obra de Mentalgassi en Londres encargada por Amnistía Internacional para llamar la atención sobre el caso de Troy Davis. Fotografía cortesía de Marie Aschehoug-Clauteaux